Mi interés por el
vino empezó tarde, tenía ya como 30 años, cuando dejé de tomar vino de vez en
cuando (en fiestas y otros acontecimientos) para ir más allá. Para empezar a
degustar el vino, a observarle, a olerlo, a saborearlo, a utilizar los 5
sentidos en cada copa. Descubriendo todos los matices, tranquilamente. Y mi pasión
fue más allá cuando comencé a escuchar a los enólogos, a los viticultores, a
las bodegas, y pasé de degustar el vino a escuchar su historia, a conocerlo, a
sentirlo hasta el corazón, porque hay historias que te llegan al alma.
Lo que me gusta
del vino, es que cada uno es diferente. Incluso dentro del mismo vino, mismo
terreno, misma uva, cada añada no es exactamente igual a otra. El vino está
condicionado por múltiples factores: la zona, el terreno, el clima, la historia
de sus viñas… y es ahí, donde radica la magia. Por eso, cada vez que te
enfrentas a un vino, da igual si lo has probado antes, lo tienes que volver a
sentir. Incluso si es exactamente el mismo, tu percepción puede cambiar dependiendo
del momento en el que lo pruebes y por supuesto de con que lo marides. Hay
vinos que solos no dicen nada y acompañados con la comida adecuada potencian ambos
sabores: el del vino y el de la comida. Magia pura.
Otra cosa que me apasiona
del vino es que en un mundo donde todo es inmediato, la rapidez es un valor al
alza: nos entretienen videos de 25 segundos, uno detrás de otro, escuchamos
libros mientras hacemos deporte, ofertas de 24 horas, trenes cada 2 minutos…. En
un mundo así, el vino es de las pocas cosas que necesitan su tiempo de manera
irremediable. Da igual lo rápido que quieras hacer una vendimia, lo rápido que
quieras hacer un vino, el tiempo es el que es. Las viñas dan frutos una vez al
año, la fermentación precisa de un tiempo en la cuba, la maderación en barrica también.
El vino necesita su tiempo, su dedicación, sus mimos. Esto lo saben muy bien
los viticultores, los enólogos. Los vinos están hechos con vocación, con
pasión, porque solo esa pasión puede dar esa entrega, esa paciencia, ese amor
por la tierra, por los frutos y su proceso.
En VINAI no
hacemos vino, pero somos unos apasionados del vino, de su elaboración, de su
historia. VINAI nace de escuchar a los viticultores, a los dueños de bodegas, a
responsables, que sufren con amor y pasión las dificultades de todo el proceso,
desde el cuidado de las viñas hasta que el vino embotellado llega a la mesa,
listo para el descorche y degustación. Tenemos vocación de ayudar, apasionados
también por la tecnología, queremos poner a disposición una plataforma para ayudar
en una parte de este proceso, en la gestión y venta. Queremos ayudarles a ser
más rentables, a optimizar sus procesos, para que ellos puedan disfrutar más de
su vocación: hacer vino.
VINAI nace también
con la vocación de dar voz a todos esos viticultores de pequeñas y medianas
producciones que con tanto esfuerzo hacen sus tesoros vinícolas. Escucharemos y
leeremos todas sus historias. Bienvenidos a VINAI.